Toda mi vida dije que no sabía dibujar, y realmente nunca estuvo en mis planes. Cuando terminé el colegio, no tenía idea de qué estudiar. No sentía pasión por ninguna carrera en especial. Así que, cuando dos amigas me propusieron estudiar diseño gráfico, me sumé sin pensarlo demasiado.
Durante la carrera, mi materia favorita era Historia del Arte. Las clases de dibujo, en cambio, me resultaban molestosas, y no despertaban en mí ni la más mínima chispa de interés. Ni siquiera me preocupaba por aprender a dibujar. Eso sí, siempre disfruté de algo: comprar materiales de arte. Desde chica, me encantaba ir a la librería a buscar útiles escolares.
El diseño gráfico, sin embargo, despertó en mí algo diferente: un interés profundo por el arte visual. Empecé a explorar en páginas como Tumblr y Flickr, y de repente se abrió ante mí un universo infinito de imágenes y posibilidades creativas.
En segundo o tercer año de la carrera, empecé a hacer pasantías en estudios de diseño, y después trabajé en agencias de publicidad. Fue ahí donde aprendí a manejar programas como Corel, Freehand, Photoshop e Illustrator. Y con ellos, se abrió para mí otro mundo de posibilidades.
Mi conexión real con el dibujo llegó recién en la segunda mitad de mis veintitantos. Trabajando en branding y key visuals, comenzaron a aparecer proyectos donde había que dibujar letras o desarrollar líneas gráficas ilustradas. Ahí empecé a dibujar… y fue un viaje de ida. Ese camino también despertó en mí una pasión que nunca había imaginado: la pintura. Y la compra de mi primera caja de lápices de colores confirmó que sí, que era una pasión de verdad, una pasión de la que quería vivir.
Hoy, el dibujo es una parte esencial de mi proceso creativo: todo comienza en mi sketchbook. Dibujar a diario, sin presión, sin preocuparme por si sale lindo o feo, es de las prácticas más enriquecedoras que existen. Es como un flujo de conciencia llevado por la mano. De ahí nacen ideas para mis pinturas, para mis cerámicas, o simplemente inspiración para días en los que me siento vacía de ideas.
Hasta hoy me cuesta creer que dibujo. No era algo que planeara: simplemente se cruzó en mi camino, y me aferré a él. Antes, cuando escuchaba la frase “todos pueden dibujar”, pensaba: “claro, lo decís porque tenés talento para eso”. Hoy sé que es verdad: ¡TODOS PODEMOS DIBUJAR! De chicos lo hacemos naturalmente, y luego, por algún motivo, lo dejamos de lado. Pero está ahí, esperando que lo retomemos.
A veces me gustaría haber sido dibujante desde niña, pero creo que todo llega cuando tiene que llegar.
¿Te gusta el dibujo? Te recomiendo fervientemente que empieces a dibujar en un cuaderno: una página por día, lo que sea que se te ocurra. No importa si pensás que “no sabés dibujar”: sí sabés. Es una actividad tan satisfactoria que no te vas a arrepentir.
Les comparto algunas páginas de mi sketchbook. Me gusta dibujar con lápiz de papel, sin colorear.
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¿Te pasó algo parecido con el dibujo o con otra pasión inesperada? Me encantaría leerte, dejame un comentario!
Gracias por estar ahí.
Fotos por: erwinbuka